martes, 14 de mayo de 2013

Semana Santa 2012 en Riotorto

Por fin alguna pequeña satisfacción. Era hora, después de varios años. Ya habían pasado cuatro primaveras (así debería expresarse la edad de un jardín). Pero aquel dia los volúmenes empezaron a definirse, por lo menos en algún sector del jardín. Las copas de los árboles cogían tridimensionalidad y la composición paisajística tomaba forma. Incluso los manzanos, que no he vuelto a mencionar, empezaban a formar copa. Lo habían aguantado todo: viento, corsos, sequía.





En la evolución de los jardines esta es una etapa clave. Durante esta fase un espacio ajardinado pasa de ser una caótica agrupación de plantas dispuestas sin ningún criterio aparente y sin ninguna relación entre ellas, a ser un conjunto donde cada elemento adquiere su propia función. Se establecen los niveles de vegetación y las jerarquías entre plantas.
Este momento es grandioso para mí, porque por fin empiezo a tener referencias concretas. Líneas y volúmenes que antes eran puramente imaginarias se hacen reales. Lo que antes estaba solo en mi imaginación ahora empieza a materializarse, lo que antes era un paisaje “plano” ahora tiene movimiento y profundidad. Las formas y los volúmenes de las plantas hacen que la mirada no vaya tan de prisa, sino que se detenga en los puntos de interés, que salte de un lugar a otro. Es solo un esbozo de la composición paisajística definitiva, pero es suficiente para hacernos una idea de la distribución espacial y para darnos cuenta de posibles errores.

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