Se nos está acabando la primavera y, hasta ahora, en pocas ocasiones, el jardín y nosotros hemos podido disfrutar del sol. Días grises y mucha lluvia nos han acompañado casi sin interrupción en este año climatológicamente tan inclemente.
Los macizos evolucionan tímidamente y apenas se atreven a hacer alarde de color.
En el macizo de las Lavandas, las kniphofias están dando lo que pueden. Son cuatro plantas y tres de ellas están floreciendo. No está mal, si se considera que las he obtenido este año por división de dos plantas en mal estado. Desde un punto de vista estético crean cierto efecto de énfasis, con sus espigas de colores tan vivaces, que no me disgusta. Casi seguramente las mantendré para el próximo año.
Pero del macizo me está agradando mucho este detalle: los Carex componen un fondo perfecto para los tonos fuertes de las Achilleas y de las Lavandas.
Hay una bonita perspectiva que atraviesa el macizo de las lavandas y kniphofias, salta la zona de grava y llega hasta el pequeño macizo del Aeonium, apoyándose finalmente sobre la pared de piedra. La mirada se mueve rítmicamente del amarillo de las kniphofias al de los Iris y al de las Coreopsis.
Nos cambiamos de zona, vamos al macizo de las Stipas. Son ellas de momento las protagonistas absolutas con su maravilloso follaje pajizo bronceado. De momento solo las florecillas de las Rutas le hacen de contrapunto.
Confiaba con que las dos grandes matas de Liatris blanca se hicieran ver en el fondo del macizo, pero estos últimos días han sido más propios del otoño que de la primavera. Las espigas incipientes han frenado su ímpetu esperando días mejores. No querrán faltar a la cita con las abejas ya que a las abejas tampoco les gusta mucho pasear con lluvia.
Para los tintes fuerte de Crocosmias y Solidagos habrá que esperar hasta el pleno verano, que parece estar a años luces de esta primavera. La vivacidad de sus grandes masas de flores quedaría apagada bajo estos cielos plúmbeos.
.... (continua)
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