En el año 2008 me faltaba todavía mucho trabajo por hacer. Hay una regla importante en la construcción de un jardín: una vez decidido cual es la zona destinada a césped, en toda la demás superficie no puede quedar hierba. La “indefinición” es el principal problema de muchos jardines. La zona de césped es una zona concreta del jardín con una función y unos cuidados específicos. NO es el jardín, solo puede ocupar unos lugares determinados e incluso puede que no haya lugar para ello. Donde no hay césped debe haber plantas o materiales (piedra, grava, madera, etc.) que elegiremos teniendo en cuenta su función en el esquema global del jardín.
Pues, fiel a este criterio, a finales del 2008 construí un camino de losas de piedra recuperadas en vertederos. Las escogí por su aspecto natural acorde con el tipo de carácter que quería conferir al jardín. Las piedras pesaron mucho, pero mereció la pena. También tuve que quitar del sitio una vieja adelfa cuyo tronco estaba enterrado hasta la mitad. No hubo forma de integrarla en el nuevo esquema de plantación. A veces hay que sacrificar plantas para el bien del conjunto.
Una vez acabado el duro trabajo, el jardín había ganado unos cuantos metros cuadrados a la finca desnuda.
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