En la primavera del 2008 dos tercios del jardín estaban en pie; faltaba el otro tercio que dejé para mas adelante. Había trabajado bastante durante el invierno y consideré que era preciso dejar transcurrir un tiempo para ver los primeros resultados. En los jardines hay un tiempo para la acción y otro para la observación. La temporada de primavera-verano es buena para observar como se adaptan y crecen las plantas.
Durante el primer año de vida de un jardín no hay que esperarse grandes resultados. Las plantas al principio hacen lo que pueden, que normalmente consiste en sobrevivir y, en el mejor de los casos, crecer un poco. “Esa planta non vai”, decía Moncho, viendo que algunas de las plantas apenas habían crecido. Pero el hecho que una planta no haya crecido no quiere decir que no se esté desarrollando. En su primera fase de crecimiento las plantas deben asegurarse de estar con los pies bien plantados en tierra, lo que quiere decir desarrollar bien su raíz y librarse de la forma de la maceta en que habían estado aprisionadas durante mucho tiempo. Una planta con mucha parte aérea y poca raíz tiene los días contados.
Dejemos entonces que las plantas sigan su curso y evitemos presionarlas con riegos y fertilizaciones contraproducentes a la larga. Si hemos planificado bien la plantación, respetando el cumplimiento de los principales requerimientos, estas no tardaran demasiado en dar los resultados deseados.
No obstante, si nos vemos demasiado impacientes, durante los primeros años es posible concederse alguna alegría en el jardín rellenando los espacios vacíos con herbáceas anuales. Gracias a su corto ciclo, a su rápido crecimiento y a su abundante floración las anuales proporcionan volumen y colorido en cuestión de pocos meses.
El jardín, a pesar de su inmadurez nos regaló durante su primer año dulces momentos de relax y disfrute. La Naturaleza transcurría sabia y silenciosamente.
¡Aaaaaaaaaaaaaaah! cuántas flores! :-)
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