La primera vez que vi estas vistosas flores sobre pedúnculos desprovistos de hojas me impresionaron bastante. No estaban en un vivero sino en “tierra de nadie”. Tenían toda la pinta de ser la típica planta de jardín naturalizada y caída en desuso. Una planta de jardín de la abuela, quizás. Desconocía por completo su nombre, cuando hojeando un viejo libro de flores de jardín leí la ficha de algo parecido denominado Nerine, o también podría ser Amaryllis belladonna.
Llame como se llame desde hace ya unos años ocupan un pequeño lugar en el Jardin Menecha al pie del manzano. Florecen puntualmente en el mes de Septiembre surgiendo como de la nada. Mas tarde aparecen las fuertes hojas acintadas, que crecen durante el invierno y la primavera y luego, en verano, se marchitan.
En una época en la que se presiente ya la llegada del otoño en el jardín, esa bulbosa puede ofrecernos una nota de color potente y elegante que durante unas semanas actúa como un original punto de fuerza.
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