Cuando empecé a diseñar jardines, el plano era el punto de partida de cualquier diseño. No hay libro de jardinería que no te diga “Diseña el plano de tu jardín”. Todavía conservo los primeros planos hechos con esmero, con las plantas dibujadas, los circulitos, las estrellitas, los colores, etc. Con los años las cosas fueron cambiando porque me di cuenta que en el plano se presentía muy poco de lo que después era el jardín que el plano representaba.
Me tomé un tiempo para reflexionar sobre ese asunto para comprender el motivo o los motivos de esa discrepancia. Y las conclusiones fueron las siguientes:
1. El plano representa el jardín de una forma muy limitada porque el jardín, a diferencia de una casa o cualquier otro objeto estático, es algo vivo y cambiante;
2. En el plano se suelen introducir demasiados elementos que embellecen la representación gráfica, pero distraen de los factores esenciales de la planificación;
3. Los planos, en los casos más extremos, pasan de ser una herramienta a ser la finalidad. Se puede dar la circunstancia de que se valore más el plano que el jardín que el mismo representa.
Los planos, además, son representaciones gráficas bidimensionales. Consecuentemente, no permiten visualizar los volúmenes. Para eso se recurre a las perspectivas o a los modernos programas de diseño tridimensional.
Pero eso no lo es todo porque en el diseño de jardín hay por lo menos otros dos factores que complican las cosas:
- el crecimiento de las plantas, lo que podríamos considerar como la cuarta dimensión;
- la estacionalidad del mundo vegetal, es decir el aspecto del las plantas varía con el paso de las estaciones.
Por lo tanto el diseñador riguroso deberá especificar en su dibujo la edad del jardín y la estación del año.
Aun así, las variables de la evolución de un jardín son tan numerosas (¿que decir por ejemplo del factor mantenimiento?) que difícilmente un dibujo se correspondería a la realidad del jardín.
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