Cuando las borrascas profundas empiezan a sucederse casi ininterrumpidamente en la costa atlántica estar en el jardín es prácticamente imposible.
Durante estos meses dejo que la naturaleza siga su curso y espero pacientemente que remitan las inclemencias del tiempo.
Tras días y días de lluvia el agua lo empapa todo, inexorable rebosa de todas partes formando regatos y pequeños saltos. Se la puede escuchar como un murmullo de fondo. Cualquier objeto chorrea literalmente; hasta las piedras manan agua.
El jardín acaba convirtiéndose en una especie de humedal. El jardinero no desespera, sabe que todo volverá a su esplendor.
Y además para la poda no falta mucho.